Jorge Luis Borges nos introduce a un mundo fantástico, que evoca a los cuentos de las Mil y Una Noches. Una historia de guerra, entre dos reyes, que deja una moraleja sobre el poder, por intermedio de referencias al espacio y al tiempo. Detrás de la narración bélica aparece el poder de Dios y el poder de los hombres que dispara un debate filosófico. El objetivo de este TP es intentar entender que hay atrás de la historia de los dos reyes.
Leer el texto de Borges. Buscar todas las palabras que no sepan o que tengan dudas de su significado preciso (palabras claves para entender el cuento: Laberinto, Dios (el poderoso) y el Desierto (entendido como un “territorio místico”, que remite a descripciones bíblicas, en donde la naturaleza se impone a la voluntad humana). Hay más palabras, como alcaides, cifra, esoterismo, magia que pueden buscar -para ampliar-.
Para ejercitar la comprensión del texto, preparé un breve cuestionario de tres preguntas:
a. Identifique las referencias al espacio y al tiempo y anótelas.
b. Identifique las oposiciones: rey sencillo vs rey ostentoso; espacio arquitectónico vs el desierto, el Poder de Dios vs el Poder de los hombres (que se manifiesta durante todo el relato). Anote las oposiciones que encuentre y coméntelas.
c. Qué es exactamente un Laberinto? Para qué se utilizaba? Por qué motivo Ud., piensa que un jefe de estado (un Rey) necesitaba convocar magos y arquitectos para construir una obra de ese tipo?
Realizar una lámina con una ilustración, en una hoja Canson No 3 , que conteste la pregunta “cuál es el tema del texto de Borges, detrás de la historia de guerra entre el Rey de Babilonia y el Rey de los árabes?
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Texto publicado originalmente en El Aleph (Bs As, 1949).
CUENTAN LOS HOMBRES dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó construir un laberinto tan complejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribó sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: “¡Oh, rey del tiempo y sustancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que te veden el paso.” Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con Aquél que no muere.